lunes, 24 de marzo de 2014

Chavales

Temporada de 2014, de nuevo toros en Madrid. La equiparación del precio de las entradas provoca una nueva geometría en la parroquia, excelente entrada en los bajos, paupérrima en los altos, solo conservamos nuestro escaño arriba los recalcitrantes habituales y un grupo de chavales de los que luego hablaré.

Comenzó con un minuto de silencio por el reciente fallecimiento del D. Adolfo Suárez. Los minutos de silencio, en las Ventas, suelen ser tan espesos que se mascan, silencios que gritan y completan el espacio sonoro, como este debió ser, como lo deben ser todos, un minuto al que poder sumarse sin reparo, sin tener que dar luego disculpas a tu propia conciencia por haber ido contra ella. Y este no lo fue. Un grito perturbador que quiso ser zalamero, resultó publicitario y acabó gazmoño y estúpido truncó la solemnidad del acto, lo quebró como un vidrio: ¡Váyanse a la mierda, corifeos!

Hacía frío, durante la corrida los movimientos de las masas, la masa es veleidosa como una casadera, variaron la geometría miranda: de tonsura a pelo ralo, de vacío en los altos a quasi-vacío por doquiera, a favor del Señor Hawkins y de la tercera ley de la termodinámica. Hablando de termodinámica ¡Puta, que hacía frío! como diría un chileno en su idioma.

La corrida fue una sucesión de anécdotas conocidas. Picadores por los suelos con novillos que se caen, monos que colean, banderillas al mismo sitio, estocadas de libro del perfecto carnicero junior, subalternos que no entran al quite, que llaman al toro desde el burladero, que no recogen los trastos del matador aunque casi lleguen a pisarlos, saludos desde el tercio sin que nadie aplauda, lleno con gañote supernumerario, como es costumbre, en el callejón y mucha tauromaquia moderna, mucho mas moderna que Belmonte (ni me quito yo, ni me quita el toro) me quito yo y se cae el toro. En dos palabras: lamen table. (¡Coño que bien me ha salido!) o sea, lo habitual.

La otra parte de lo interesante de ayer, fúbol aparte: los niños. Tan ausentes, o casi, como en temporadas anteriores, no destacaban en los tendidos, destacaban las peñas de los toreros, apaludidores y orejeros como ellos solos. Ocho, chavalillos, ocho, solitarios en el Alto del Golam, por encima de mi cabeza, que ya es raro que ande alquien por ahí, muy bien situados en su número de localidad exacto, demostraron su absoluto desconocimiento de la plaza y de la tauromaquia.

Alguien les dijo que se bajaran un poco, que se pusieran con nosotros y lo hicieron, mi contradictor-insultador habitual de la andanada hizo bien en advertirles contra mí. Disfruté su compañía y mi magisterio temporal respondiendo a sus curiosas preguntas. ¿Por qué hay que picar allí? ¿Cuándo les toca torear aquí? ¿Aquí hay un juez o un árbitro? Pero la pregunta del millón fue: ¿A usted le gusta el fútbol! ¡Naturalmente chaval!. (¿Por que suponen que no ha de gustarme? ¿por qué esa sensación de que toros y fútbol son excluyentes?).

Lo interesante es su historia, ocho muchachos que deciden sacar las entradas por Internet, 56 € de vellón, ¡El día en que deberían haber pasado gratis total! Yo sé que la empresa los vio, la empresa en Madrid lo ve todo. ¡Tengan una atención con ellos, joder, no sean ratas!

Decían volver, esta vez gratis, aprovechando la oferta de este ciclo, parecían contentos, fue para ellos un mundo nuevo y para mí lo mejor de una tarde de toros que sin ellos hubiese sido como tantas infumables y lamentables tardes de temporada en Madrid.

Espero que vuelvan, a pesar de todo nosotros también volveremos el domingo.



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