viernes, 3 de mayo de 2013

Goyesca.


Iba a los toros, otra vez, con ilusión y sin esperanza, La Feria de la Comunidad de Madrid, corrida de toros goyesca, echaba el telón con su día mas grande, antes, de teloneros, tres novilleros habían jugado una bien presentada y notable novillada de El Montecillo.

Era el día de pisar la arena, el escenario tantas veces contemplado y nunca hollado por mis pies. Lo hice por primera vez, alguna foto para el recuerdo y el propio recuerdo es lo que me llevaré. Allí estaba la banda, perfectamente uniformada, ofreciendo las piezas en buen concierto y allí las calesas, las jardineras, girando bruñidas el ruedo, tiradas por caballos enjaezados, ¡qué hermosos y curiosos los negros frisones, patas de percherón y baja alzada!.

Poblaban los carruajes aurigas y lacayos al pescante, majas y manolos el coche, vestidos mas o menos con tino, mas o menos goyescos, mas o menos de cuando Fernando VII usaba levitón. De repente la megafonía goyesca de la plaza nos invitó a despejar el ruedo, ¿no hubiese sido mejor invitación mediante un pelotón de dragones?. Abandonamos todos al son madrileño del pasacalle “Por la calle de Alcalá” de las Leandras.

Arriba, en el corredor del Alto, apoyados en el quicio del vano que da vista al patio de caballos, departíamos amistosamente sobre lo divino, lo humano, las señoras propias y alguna ajena. La casualidad hizo que viese entrar a Tomás Campuzano, todo señorío y torería paseando esa sonrisa amable que nunca perdió y siempre le caracterizó. Fue a la capilla, supongo que a animar a su pupilo. Recuerdo bien a Tomás Campuzano, le vi torear tantas tardes en aquellos veranos duros, de toros y público feroces, me gratificó verle tan bien. Entre las cosas que se tertuliaban, Luis Carlos Aranda. Dudaba yo, mal informado por culpa propia, su presencia en el coso, me contradecían demostrándome que estaba anunciado cuando me apercibí de él, allí estaba valiente, enjuto veterano, quién no hacia mucho se recuperaba en una UCI. Le jalearon a modo mis interlocutores, él correspondió con agrado. A posteriori me obligo a felicitarle tres veces: una por su recuperación, dos por la evidente mejoría y el éxito de su torero, y tres por los dos monumentales pares de banderillas soplados al segundo con un grado enorme de exposición ¡OLE!.

Contemplaba yo, asi mismo, de modo distraído las evoluciones de los picadores y los movimientos de los mozos de caballos. Curiosos goyescos con castoreño los varilargueros y chocantes goyescos los mozos de caballos con zapatillas de deportes digamos marca Acme, y dió la hora. Todo llega, incluso la hora de empezar los toros, entramos en el sagrado, aunque emboinable, templo de la tauromaquia poco antes de pitar. Apoyado en mi bastón de escalada iba, yo alpinista una vez mas, a alcanzar mi localidad cuando un espectador, contradictor habitual, me interpeló simpático: ¡Llegáis tarde, hoy no podéis protestar!, ¡Ya veremos si podemos! contesté sin amenaza.

Se inició el paseíllo, apagado, sin brillo, sin que los alamares rufulgiesen al sol, remarcando la presencia de los valientes, todo lo contrario, las filas tristes, tocadas de medio queso, mas parecieran dolientes que toreros. Medios quesos que desaparecieron hasta el nunca jamas como si el flautista hubiese dado libertad a a toda su cohorte de roedores.

Media plaza había al deshacerse el paseíllo, mas que media plaza: cuarto y mitad. Buen aspecto presentaba el siete, la sombra estaba desertada por el pelo entero y, en consecuencia, por el medio pelo, ni políticos, ni viejos toreros, ni magistrados, ni folclóricas, ni de las CEOEs, ni de las CEPYMEs, el Gran Mundo no estaba allí. ¡Bastantes problemas tiene el Gran Mundo!. Allá, en los altos del nueve un grupo de majas, de las acarreadas con anterioridad daban la única pincelada goyesca de verdad en un mar de piedra berroqueña y modernidad.

¿El vestuario de los matadores? Lo hubiese diseñado yo, enemigo visceral de estas patochadas, Morenito de Aranda, pasable a pesar de las medias negras; si quitásemos el medio queso, antes de que se lo quitasen ellos mismos o sea muy rápido y pusiésemos un longuiforme cono en su lugar, Ferrera hubiese sido un Augusto perfecto. ¡Gloria al diseñador! ¡Honor al Consejero!, si no nos hubiese dado tiempo sería también un Augusto ...pero sin sombrero. Aguilar lucia una extraña ropa interior de gala de ejecutivo agresivo, mas adecuado para la Picassiana incluso para la Kandinskyana que para la Goyesca. ¡Qué horror, por el amor de Dios!.

Comenzó la lidia y protesté, no recuerdo muy bien por qué, por hacer derrotar al toro contra el burladero o por convertir la lidia en una capea o por alguna tontería de esas, quizá solo para ir calentando la garganta. Una señora me reconvino: ¡Esto no es el siete!, Señora esto es el cuatro que también es un bonito número. Para mis adentros también pensé que el siete tampoco era el siete, pero eso me embarcaba en una discusión teológica mas de ron con Coca-cola que de cerveza.

Ferrera armó su show en banderillas, mal, mal y mal con resultado pésimo y faena vulgar dieron como resultado un asome de orejas por el burladero ente aplausos de sus incondicionales, que eran una barbaridad.

Luis Carlos Aranda, como dije, colocó dos pares a ley y muy expuestos, se desmonteró como no puede ser de otra manera. Morenito estuvo bien con su primero, me gustó su temple y su colocación, mi premio hubiese sido vuelta al ruedo, llegaba raspando a oreja y se la dieron. ¡Bien torero!

Pasemos de puntillas sobre la actuación de Aguilar, no es bueno molestar a un ejecutivo agresivo en ropa interior abstracta.

Ferrera estuvo sublime en el cuarto, tanto que el público, espantado del primer toro, le afeó poner banderillas, las puso, de todos modos, a pesar de la bronca, con la misma habilidad que en el primer toro: mal, mal y mal con capote. No está de mas ir sobrearmado al combate haciendo uno mismo de peón de confianza para colocarse al toro, Alejandro Dumas, mulato, se subía la pescante de su propio coche para aparentar tener un criado negro.

Ferrera, figura, cumbre y pedazo, ofreció su muleta a un espectador, hazlo tu mejor, pareció querer decir o sea: Ferrera es familiar de Bajatú. Reconozco en su faena de muleta algunos largos muletazos engendrados con ventajísima colocación y una maravillosa faena al público. Al público lo toreo de verdad. Oreja a pesar del bajonazo. Oreja de cuajada, figura, cumbre y pedazo. Fenomenal Ferrera le pongo en el Índice para no verle mas.

Morenito toreó al quinto. Sobre Aguilar solo decir: oreja. Lo demás que dijera podría molestar a un ejecutivo agresivo en ropa interior abstracta.

El resumen: tres orejas. Público blando que se venía abajo, Ferrera supo cuidarlo, darle su tiempo y su distancia hasta meterlo en la muleta. ¡Qué pena de plaza!.

Daos prisa en venir, sí tenéis curiosidad, esto se acaba.


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