lunes, 8 de abril de 2013


Dos orejas


Tarde de toros, novillada en las Ventas, frío, autobuses del pueblo y grupos de orientales, pobre entrada, solo se libra de la media pampa o el desierto el tendido 7, denostado otrora, hoy buscado por snobs y poblado de ocasionales.

Tarde de toros como tantas, desangelada, tan gélida de atmósfera como de alma, aquí comienza la historia de la lucha por la fama, por la gloria o por una furgoneta.

Y los novillos salen semejantes a becerrotes, bajados de trapío de inicua manera, lo habéis conseguido Juli y epígonos, de hecho os estáis cargando la fiesta. Y los aplausos arrecian, tan falsos como las promesas de Rajoy, vienen de los excursionistas y los secundan amables los educados orientales; y aplausos, y mas aplausos, y sopor, y mas sopor, el novillero-maestro da una clase magistral de estética parda. Mas aplausos. Y entre los aplausos un quite airoso, queriendo, de el de menos partidarios. No hubo respuesta ¿a que arriesgar?, no parecían los aplaudidos de los viajantes hambrientos de toro, necesitados de aplausos, mendigos de honores, eran armadores de buses, animadores de excursiones.

Y así iba la tarde, “Pasó un día y otro día, y un mes y otro mes pasó y D. Diego que a Flandes partió de Flandes no se volvía”. Había yo elegido mal la almohadilla (¡qué incomodidad!), desde luego mucho mejor que la piedra berroqueña de Colmenar, los modernos asientos standard, diseñados de colores con ergonómico retrepadero; y mejor, ¡coño qué frío!, la plaza techada con su tapadera digna de un “Arena” o de un puchero moderno con calorcito incorporado y, mejor que esto, baloncesto.

Y llegó la hora, el tiempo efímero del toreo se hizo perenne por un momento, un ¡OLE!, rotundo, innegable, atronó el ámbito circular del coso madrileño, era Rafael Cerro: me levanté del asiento.
Luego D. Diego seguía cómodo en Flandes ¿habría encontrado trabajo?, el decurso de la vida seguía y continuaban los viajeros aplaudiendo y los becerrotes embistiendo, de aquí para allá, a rabo levantado, pidiendo luz al pálido remedo de unas suertes desafortunadas. Volvió Rafael Cerro y se fue la incomodidad de la piedra y murió sin pena ensoñación del baloncesto.

Volvió D. Diego y quiso a Inés o no la quiso que ese es otro cuento y ahora estamos en el toreo y Rafael Cerro emocionó a un servidor y a los viajantes y a los del Tour Operator. Gloria a él, alabada sea Demeter. Pintaba en oros... y falló a espadas, nadie quiso traérselas, fue a por ellas él mismo, modernidad del self service, y se las dieron sin instructivo. No me pareció Cerro el que manda después de Dios en su cuadrilla, mas bien me pareció el chico de los recados, mal honor le hicieron sus asalariados ¡Sí el Paquiro levantase la cabeza!. Yo veía mandar en ella a un contramaestre disfrazado de gnomo, gnomo con buena estrella que buena estrella fue, antirreglamentaria caridad, que no devolviera el toro la injusticia horaria de la presidencia. In extremis Cerro, enhorabuena, salvó el primer plazo de la furgoneta.

Anoto al margen lo que no debiera ser marginal sino marginado: cariocas a los que embisten y la suerte pinturera de banderillas que dejó de serlo, supongo que no pagan lo suficiente a los banderilleros. ¡Ay de la liturgia! Ponedla por escrito, ases de las letras, pues ya se olvida, ya casi extinta. Nombrado fue Rafael Cerro, se fueron los toreros y dije: ¡Celebremos!

Celebrando estábamos, era un buen local, algo incómodo, lo que tiene sabor tiene tendencia natural a la incomodidad, con unas bien tiradas cervezas, primicias a la diosa, y unos aperitivos marítimos dignos de fama, cuando a mi lado sonó alto, firme y acostumbrado: ¡Una de gambas cocidas!, grito en desuso por mor del dinero. Un ¡OLE! Formidable ocupó intenso, atronador, espectacular el reducido espacio, el grito enaltecido, olímpico, coronó de laurel la solicitud de marisco.

La interrogación facial del sufrido camarero tuvo inmediata la cumplida respuesta: ¡es la tercera vez que me grita en la oreja!

Dos Olés en una tarde, sin embargo no hubo orejas, fueron gambas de las buenas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario