Desganado para escribir he estado
tentado de abandonar mi vicio de ver torear. La pena que me produce
ver convertida mi plaza en un teatro de variedades y el hastío que
me producen algunos taurinos eran las razones, razones sobradas, para
alejarme de esta mierda. De momento escribir me consuela y me ayuda a
vivir y las ganas de ver torear son superiores a cualquier postura
racional.
La temida, otrora, Plaza de Toros de las
Ventas, aquella que daba y quitaba, poseedora del marchamo del
magisterio es hoy un espectro de sí misma. Un recinto sagrado sin
cuidados, alevosamente deteriorado para que el clima, agua y viento,
venga en apoyo de los argumentos favorables a la cubrición, a la
Monumental hay que cubrirla como si de una burra se tratara, la
infame cubrición del monumento neo-mudéjar.
Hicieron saltar alevosamente el
aspersor central durante la lidia de un novillo, debe ser divertido,
¡qué se jodan! supongo que pensaría la empresa mientras los
novilleros lidiaban en una especie de tina de barro adecuada para la
lucha libre de las señoritas. El salto del aspersor pudo haber
causado, no como el grito que tanto denuestan, realmente una
tragedia. Les da igual, no les importa. Dejemos, por un momento la
cobertura, importante no solo para terminar con los toros en Madrid,
sino para los teléfonos móviles y los defensas centrales.
Vayamos al tintero, a lo que se me ha
quedado en el. No me refiero, aunque debiera, a la nueva y asquerosa
suerte del oficio de picar, me refiero a mi memoria, a lo que ha
quedado impregnado en ella en estos días y cuyos registros trato de
expresar. Agradezco su benevolencia.
Entre los asuntos a relatar mi posición
de cabeza alta, erguida, tal y como mi padre me enseño que se debía
torear, frente a taurinos y antitaurinos, desprecio a estos últimos
por obcecados e insensibles, por maleducados y cenutrios, por
intolerantes y porque las conversaciones con ellos se reducen a un
sarta de improperios barriobajeros que llegan a aburrir., los
taurinos, cuanto mas allegados a los que cobran peor, son peores que
estos, como los antitaurinos se creen en posesión de la verdad pero,
además, se creen en posesión del valor y la fuerza por haber estado
cerca de un cercado o de un pariente taquillero. Me insultan desde
ambos bandos con la misma fuerza y con la misma poca gracia. Me
defiendo: ayer tuve que llamar gilipollas a un gilipollas, aunque no
lo exorcicé por ello.
Me declaro:
No-Aficionado y antitaurinos a mucha
honra. (La
“s” no es errata)
Trato
de ser justo en mis apreciaciones, de decir lo que siento, de dar
valor a lo que vale y de despreciar las trampas, las mentiras y los
vicios en lo que llego a apreciar del Planeta de los toros. La verdad
me la debo a mi mismo y me la pago con largueza. Dicen los taurinos
que me menosprecian y que me insultan, me mandaron a leer el Cossio y
dudo que ellos lean, que no respeto a los toreros. Falso, no tienen
mas que repasar mis escritos. Excepto
que despreciar, en el lenguaje de los mirones de cercado o en el
de los que tienen un tío taquillero, sea no romperse la camisa ante
cualquier faena de vulgar o penosa.
Mi plaza, la plaza que ha perdido la dignidad y no por culpa del
viento; ni del gritón; ni del denigrado presidente; ni del torilero
barbado, obeso, con traje de torear de primera comunión; orejea sin
piedad, orejea que da miedo verla orejear, piden las orejas con
ansia, como si no hubiesen deseado otra cosa en su vida, las orejas
que antes de ayer no les importaban, pues lo único que importa es
pasar frío, helarte y que te duela con cariño, pellizco. Si las
orejas no se conceden ¡Braman!.
No braman la penosa presentación de los astados, la vergonzosa
suerte de varas, la falta de protección de los caballos, el desorden
de la lidia, las banderillas tiradas, el desmoche contra los
pilarotes, el estrellato del toro (cumbre del arte), las quitatinas,
los apartales, los pases de axila culo en pompa, torear desde detrás
de las barreras, irse a los Bajos del Golam con descaro: les da
igual.
¡Quieren oreja, coño! Como en los bares de los extrarradios en los
años 80.
Don Julio, presidente en cuestión, ejemplo y causa de la necesidad
de cubrir la Monumental, con el qué, gracias a Dios, no me une nada,
ni siquiera la simpatía, estaba en el callejón, allí, con
presentación infame, Molés le arrinconó como a una novia
primeriza. D. Julio dijo, desordenadamente tres cosas: que no había
mas que un treinta por ciento de pañuelos, que la oreja hubiese sido
injusta, venía precedida de un pinchazo , que no antirreglamentaria
y que si la hubiese dado ¡Lo que hubiésemos soltado por la boca los
que somos como yo! En las tres cosas le vi razón. Molés no se la
vio. Molés le demonizó. ¿Recuerdan ustedes a Gordo Cabrón de
Austin Powers?. Dije que D. Julio estaba en el callejón y no dije
que Molés se admiraba irónicamente de que estuviese allí, ironía
y admiración que no puso con Sergio Ramos en el mismo lugar pintando
este último mucho menos taurómacamente hablando.
Lo expresado me lleva a una conclusión fundamental, el reglamento
debe ser modificado, constará de un solo artículo en el sentido
siguiente: “los premios los dará Molés o quien Molés diga que
los dé”. Molés da la oreja por cortada “porque si y por que
quiero, porque soy Paco el minero”. Yo no. A mi me importan las
orejas y a Molés no. ¿qué curioso verdad?.
En otro orden de cosas, no quiero dejar de escribir sobre el atrezzo.
Hace tiempo los paseíllos en Madrid, en San Isidro fundamentalmente,
se han convertido en tristes desfiles fúnebres. Todo atisbo de
marcialidad, de majeza, de “estoy aquí” desapareció hace
tiempo. Hoy parece la entrada de funcionarios un martes por la
mañana. A mayor contribución los trajes de torear, vestidos los dan
en llamar ahora ¿Dónde están las faldas?, de autor.
Si todavía me estoy riendo de los trajes de la goyesca, ¡que
medias, Dios mio! El lucido por Morante en su primera penosa
actuación en Madrid fue para procurar no mirar, El de Talavante en
la epopeya según San Bartolo a los pigmeos era de puerta de Iglesia,
de limosna pequeña no sea que le sentase mal.
Deseo a Chechu una pronta, indolora y completa recuperación.
Chechu se presentó con traje de figurante de una adpatación musical
de Carmen de teatro alternativo de bajo presupuesto. Horrendo.
Madrid no merece respeto ni por parte de los principales actuantes,
es lógico que sea así, el público de las Ventas nos se diferencia
en absoluto, salvo un conjunto de medida nula, del público de
corrida incruenta en Denver (Colorado). Por eso vienen vestidos de
gualtrapas, de pordioseros o de figurantes de music-hall.
Algo me dejo, que no me quiero dejar de este público aleccionado.
Aunque no lo parezca estoy de acuerdo, de modo incondicional, con
Abellán: Ese grito: “¡Picador....qué malo eres! Como broma
podría pasar, que no debiera, una vez; de modo sistemático suena
parecido a ese “¡Eheeeeeee...cabrón! Con el que el público
balompédico obsequia al porteo rival cada vez que se dispone a sacar
en largo. Ciertamente penoso y estúpido grito, dicho está.
Cambio el tercio.
México me gusta, me gustaría ir allí alguna vez en mi vida. No se
la causa pero el norte de México ha ejercido siempre una gran
fascinación sobre mí. Quizá fuese mexicano en mi vida anterior,
siendo así que mi propia gente me ha confundido a veces con uno de
allá. Nada tengo contra México y si todo a favor.
Saldivar tuvo la originalísima idea de vestirse mal, no tan
lamentable como los reseñados anteriormente pero casi. Vino vestido
de subalterno. En un momento dado, tremendo, se arrodilló frente al
mefistófeles de opereta que nos cupo en desgracia en su turno y el
respetable claudicó. Su faena tuvo mas efectos especiales que una
película de Fu-Man-Chu. En lo fundamental nada, aunque lo fundamental
es la oreja, oreja que contribuye aun mas al estrechamiento de los
lazos de amistad ibérico-aztecas.
No permitas que tu patriotismo de bien nacido supere tu inteligencia.
¡Viva España! ¡Viva México! (pero la oreja de Saldivar fue una
castaña pilonga).
Final: El prestigio de las Ventas, nada tiene que ver el nombre con
el viento sino con la garrafa y las arenques, tiene aluminosis
galopante, demasiado tiempo con tanto ladrillo pasa factura: ¡Qué
se lo digan a España!. Propongo hacer lo que Rajoy, demolerla hasta
los cimientos para edificar un Centro Multiusos Moderno, con 16
plantas para aparcamiento inferiores, hotel y casino en la planta
baja, espacio cómodo y ecológico donde la Warner y la ÑBA puedan
realizar, a plena satisfacción sus eventos y piscina, pistas de
padel, campo de golf y helipuerto en la azotea.
¡Derruyan ya! ¡no prolonguen la agonía!.