Me dispongo a ver la retransmisión
televisiva de la corrida inaugural de la Isidrada. Antes, por
casualidad, atiendo un reportaje antiguo de toros, va mostrando los
intríngulis del reglamento taurino de 1962, reglamento casi
perfecto, que el de Corcuera (Corcuese), promulgado en 1992, vino a
derogar y a prostituir. Se quejaba un monosabio de una multa recibida
por hacer un quite a un picador, daba demostración por ello de la
infinita torpeza de los reglamentadores y de intrínseca maldad del
mentado corpus legal. ¡Salvar la vida a un hombre! ¿Qué mayor
caridad?.
Imaginaba yo al técnico de las
fotocopiadoras del parque de bomberos salvando al sargento de un
incendio producido en el propio parque, se sube a la escalera antes
que nadie y rescata al mando. ¡El destacamento de bomberos ha
quedado como el culo!. La policia que investiga el caso propone
varias sanciones para el fotocopiador: por intrusismo profesional,
por uso no autorizado de la escalera y por entorpecer la labor de los
bomberos. Suscribo las sanciones, no se debe dejar como el culo al
cuerpo de bomberos, ni al de subalternos.
Los monosabios no son toreros, no están
en la plaza para torear, son mozos de caballos, en el momento en el
que actúan debe haber reglamentariamente, salvo causas de fuerza
mayor, seis toreros en el ruedo, obligación y honor de los
coletudos es hacer el quite a cualquiera de los actuantes en peligro,
no son recortadores, para eso tenemos a Rajoy. El reglamento de 1962
prohibía los recortes incluso a los subalternos a los que exigía
llevar al toro a una mano y por derecho, salvo, en ciertas
circunstancias, indicación de su matador.
Comienza la transmisión del previo de
los toros, destacable la explicación artístico-técnica, incluida
una sui-géneris teoría de colores, sobre la indumentaria goyesca,
¡qué cachondeo!, concretamente sobe las vomitivas medias negras
obligadas a exhibir a Morenito de Aranda el pasado dos de mayo. Se
explica el modisto con magisterio, autoridad y conocimiento, a pesar
de su aplicada y aplomada perorata a mi me siguen pareciendo una
mierda como un castoreño de grande, si siguen innovando de ese modo
voy a tener que tomarme un almax cada vez que vaya a los toros.
Destacable, también, la gran opinión
que el ganadero tiene de si mismo y de sus toros, opinión que, de
confirmarse, es el seguro de una corrida perfecta. Los ganaderos, en
general, parecen pertenecer a la clase de Florentino Pérez,
Butragueño dixit: son seres superiores.
Había visto yo, a través de la página
oficial de las Ventas, el encierro para hoy, bien puesta de leña,
gordos los grandes, escurridos los chicos, alguno anovillado de cara,
si ustedes, ganaderos, me permiten semejante insulto.
Abierto el portón se inicia el
paseíllo, los paeillos en las Ventas suelen ser, mas que desfiles
marciales apropiados para lucir la torería, la majeza. La gallardía
y la disposición, no pasan de entrada de funcionarios en el
Ministerio, tienen el mismo empaque y casi la misma impronta.
Vino mal vestido Urdiales, él sabrá
por qué, quizá su modisto quiera explicarnos su arte y demostrar mi
pésimo gusto en tanto a vestiduras toreras, quizá no, quizá vistió
de subalterno a Urdiales para que pasase un tanto desapercibido. No
se.
El primer bichejo en el ruedo, menos
trapío me pareció que en vídeo de la plaza, tocan picar y la
vergüenza cae sobre los toreros, ¿recuerdan a los bomberos del
cuento?, el toro gira y comienza a embestir de tablas para fuera por
babor, por el lado descubierto. ¡Salvad al picador! ¡Salvad al
caballo! El técnico de fotocopias, rápido como una centella, colea
al toro. ¡Deje usted al toro! ¡Hagan ustedes el quite! ¡A la
mierda. Coño! ¡Fuera de mi plaza!.
A Molés esto el importa un carajo, se
la suda, hablando en plata, apunta, (y todo a media luz, atmósfera
interior, el suave terciopelo...) que en esta plaza no gusta que
toquen al toro, y (¡qué padre no se siente orgulloso de su hijo!)
que en Francia eso no les importa. Personalmente me importa tres
cojones lo que les parezca bien o mal a los franceses, taurómacamente
hablando. Disculpen mi lenguaje audaz, soez, mal sonante y
desvergonzado que refleja el sentir de mi alma de no aficionado
madrileño. Madrid, señor Molés, es cátedra y catedral del toreo,
no busque, que no encontrará, en el exotismo de los civilizados
vecinos afición mas conocedora y apasionada.
La Francia taurina, ha sido educada por
ustedes en esa curiosa tauromaquia, ligera, devirtuada, popular y
bullanguera que usted propugna transmisión a transmisión, gracias a
los dioses de los toros, alabado sea Poseidón, aun no es el público
francés el árbitro de la excelencia taurina, lo será con ese
empeño que ponen ustedes.
Pasemos de puntillas, no hagamos ruido,
seamos considerados con la intención de su modisto al vestirle de
subalterno, sobre la actuación de Urdiales. ¡Ahórrenos el mirar
para otro lado, no vuelva por aquí! (hay muchas plazas en Francia).
¿Hay algo mas antitaurino que colear a
un toro? ¡No! Pero sujetar la cabeza del caballo en plena acción de
picar es casi tan antitaurino. ¿Tienen Bula Pontificia los mozos de
caballos en las Ventas?
¡Fuera de mi plaza! ¡Váyase usted a
Francia, señor mio!.
Al público francés también se la
sudará este aspecto de la lidia, a ellos lo que les importa es que
el caballo vaya y venga de Getafe y el toro comience su singladura de
mercante en Upsala (Suecia), les parece mas que suficiente, idóneo.
Al señor Moñés tampoco le importa, no hizo ni mención.
Leandro es un torero de pellizco,
Leandro es un torero de pellizco, Leandro es un tororo de pellizco.
Leandro conquistó los bajos de El Golam, sí en El Golam hay altos
tiene que haber bajos, si no es así hay que denunciar a los
geógrafos por discriminadores, Los conquistó por derecho, mas bien
por torcido. ¡Fuera de mi plaza! (Francia es un sitio muy bueno para
torear).
Leandro es un torero de pellizco,
Leandro es un torero de pellizco, Leandro es un torero de pellizco.
¡No hay huevos! ¡No me autohipnotizo!
¡Ayúdame Demeter máxima! (Libaciones a ti). Hartan ustedes,
señores del Plus.
Morenito de Aranda quiere hacer las
cosas bien y le salen mal, pero Morenito tiene algo muy importante,
algo que me impide darle el pasaporte francés, Morenito de Aranda
tiene a Luis Carlos Aranda y eso es mucho tener.
Luis Carlos, torero airoso, camina al
toro, elegante, poderoso, confiado y suficiente, cuadra sencillo,
fácil, en la cara, clava con los dos pies en el suelo y sale, tan
torero, tan airoso, tan elegante, tan confiado y poderoso como cuando
entró. ¡En pie! ¡Ole!
A la corrida le faltó emoción,
Caballero no me sobresaltó ni una sola vez, eso debería ser noticia
de portada. Mientras Leandro terminaba de perpetrar de mala manera al
pobre astadod, Molés y Caballero se enzarzaban en la descripción,
receta, alabanza y costumbre del gazpacho manchego, paradigma del
arte culinario castellano, con perdiz, con conejo...Leandro les daba
igual, esto aburre, esto no es Francia.
Caballero se hartó a ensalzar
¡Ayudadme para mantener la calma olímpicos dioses inmortales! La
presentación del mas anovillado de los bureles, virtud de la
arboladura que no de la hechura. Caballero confunde mástiles con
estructura.
Terminada la corrida me di una
vueltecita por el mentidero de Twitter, allí estaba mi amigo
Mijarrilla. Mijarrilla sabe de toros, conoce tipos, encastes, reatas;
valora sin emoción, no como yo, la conformación morfológica de los
astados y su anatomía. Su probado conocimiento hace de su compañía
una fuente inagotable de conocimiento. Mijarrilla, a veces, no sabe
ni quien torea y no le importa, va a ver el juego de los toros.
Mijarrilla estaba discutiendo con un
presunto ganadero, en Twitter todo es presunto, ganadero que le
acusaba de no tener ni idea de toros y no de no conocer el
significado de la palabra “Presentación” (olvidado nombre de
mujer). Intervine, por supuesto que el presunto me aplicó la misma
pomada. Debió leer mi filiación en twitter y me preguntó si yo
entendía de toros o de rugby (la verdad es que de ninguna de las dos
cosas, ni de la otra cosa). A mí vez le pregunté: ¿Y usted?.
Los ganaderos son seres superiores,
tratan al mundo desde la indulgencia, como si el resto de los
habitantes del orbe fuésemos sus clientes, en el sentido romano del
término. En cierto sentido tienen razón, casi todo su mundo
personal suele girar entre asalariados y clientes, los de la paella,
la estancia gratuita, los favores...
El ganadero se siente insultado por el
mero hecho de dudar de la buena presentación de la corrida lidiada.
En general tienen los ganaderos el muelle de la sensibilidad muy
flojo, deberían apretárselo un poco.
El presunto amenaza con retirarse
largando un extraño adagio: “ El que calla y se retira jode dos
veces”. Lo reiteró tres veces antes de que yo me marchase. Aplico
su refrán: Él, como mucho, joderá una vez y no muy bien (tres
intentos). Me despedí una sola vez pero me temo que el sonsonete en
cuestión no dará ningún resultado, de hecho la chilena me mira con
conmiseración.
¿El refrán no era: “Quién calla
otorga”?. Buenas noches.
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