sábado, 11 de mayo de 2013

Reiteraciones: primera de la isidrada.


Me dispongo a ver la retransmisión televisiva de la corrida inaugural de la Isidrada. Antes, por casualidad, atiendo un reportaje antiguo de toros, va mostrando los intríngulis del reglamento taurino de 1962, reglamento casi perfecto, que el de Corcuera (Corcuese), promulgado en 1992, vino a derogar y a prostituir. Se quejaba un monosabio de una multa recibida por hacer un quite a un picador, daba demostración por ello de la infinita torpeza de los reglamentadores y de intrínseca maldad del mentado corpus legal. ¡Salvar la vida a un hombre! ¿Qué mayor caridad?.

Imaginaba yo al técnico de las fotocopiadoras del parque de bomberos salvando al sargento de un incendio producido en el propio parque, se sube a la escalera antes que nadie y rescata al mando. ¡El destacamento de bomberos ha quedado como el culo!. La policia que investiga el caso propone varias sanciones para el fotocopiador: por intrusismo profesional, por uso no autorizado de la escalera y por entorpecer la labor de los bomberos. Suscribo las sanciones, no se debe dejar como el culo al cuerpo de bomberos, ni al de subalternos.

Los monosabios no son toreros, no están en la plaza para torear, son mozos de caballos, en el momento en el que actúan debe haber reglamentariamente, salvo causas de fuerza mayor, seis toreros en el ruedo, obligación y honor de los coletudos es hacer el quite a cualquiera de los actuantes en peligro, no son recortadores, para eso tenemos a Rajoy. El reglamento de 1962 prohibía los recortes incluso a los subalternos a los que exigía llevar al toro a una mano y por derecho, salvo, en ciertas circunstancias, indicación de su matador.

Comienza la transmisión del previo de los toros, destacable la explicación artístico-técnica, incluida una sui-géneris teoría de colores, sobre la indumentaria goyesca, ¡qué cachondeo!, concretamente sobe las vomitivas medias negras obligadas a exhibir a Morenito de Aranda el pasado dos de mayo. Se explica el modisto con magisterio, autoridad y conocimiento, a pesar de su aplicada y aplomada perorata a mi me siguen pareciendo una mierda como un castoreño de grande, si siguen innovando de ese modo voy a tener que tomarme un almax cada vez que vaya a los toros.

Destacable, también, la gran opinión que el ganadero tiene de si mismo y de sus toros, opinión que, de confirmarse, es el seguro de una corrida perfecta. Los ganaderos, en general, parecen pertenecer a la clase de Florentino Pérez, Butragueño dixit: son seres superiores.

Había visto yo, a través de la página oficial de las Ventas, el encierro para hoy, bien puesta de leña, gordos los grandes, escurridos los chicos, alguno anovillado de cara, si ustedes, ganaderos, me permiten semejante insulto.

Abierto el portón se inicia el paseíllo, los paeillos en las Ventas suelen ser, mas que desfiles marciales apropiados para lucir la torería, la majeza. La gallardía y la disposición, no pasan de entrada de funcionarios en el Ministerio, tienen el mismo empaque y casi la misma impronta.

Vino mal vestido Urdiales, él sabrá por qué, quizá su modisto quiera explicarnos su arte y demostrar mi pésimo gusto en tanto a vestiduras toreras, quizá no, quizá vistió de subalterno a Urdiales para que pasase un tanto desapercibido. No se.

El primer bichejo en el ruedo, menos trapío me pareció que en vídeo de la plaza, tocan picar y la vergüenza cae sobre los toreros, ¿recuerdan a los bomberos del cuento?, el toro gira y comienza a embestir de tablas para fuera por babor, por el lado descubierto. ¡Salvad al picador! ¡Salvad al caballo! El técnico de fotocopias, rápido como una centella, colea al toro. ¡Deje usted al toro! ¡Hagan ustedes el quite! ¡A la mierda. Coño! ¡Fuera de mi plaza!.

A Molés esto el importa un carajo, se la suda, hablando en plata, apunta, (y todo a media luz, atmósfera interior, el suave terciopelo...) que en esta plaza no gusta que toquen al toro, y (¡qué padre no se siente orgulloso de su hijo!) que en Francia eso no les importa. Personalmente me importa tres cojones lo que les parezca bien o mal a los franceses, taurómacamente hablando. Disculpen mi lenguaje audaz, soez, mal sonante y desvergonzado que refleja el sentir de mi alma de no aficionado madrileño. Madrid, señor Molés, es cátedra y catedral del toreo, no busque, que no encontrará, en el exotismo de los civilizados vecinos afición mas conocedora y apasionada.

La Francia taurina, ha sido educada por ustedes en esa curiosa tauromaquia, ligera, devirtuada, popular y bullanguera que usted propugna transmisión a transmisión, gracias a los dioses de los toros, alabado sea Poseidón, aun no es el público francés el árbitro de la excelencia taurina, lo será con ese empeño que ponen ustedes.

Pasemos de puntillas, no hagamos ruido, seamos considerados con la intención de su modisto al vestirle de subalterno, sobre la actuación de Urdiales. ¡Ahórrenos el mirar para otro lado, no vuelva por aquí! (hay muchas plazas en Francia).

¿Hay algo mas antitaurino que colear a un toro? ¡No! Pero sujetar la cabeza del caballo en plena acción de picar es casi tan antitaurino. ¿Tienen Bula Pontificia los mozos de caballos en las Ventas?
¡Fuera de mi plaza! ¡Váyase usted a Francia, señor mio!.

Al público francés también se la sudará este aspecto de la lidia, a ellos lo que les importa es que el caballo vaya y venga de Getafe y el toro comience su singladura de mercante en Upsala (Suecia), les parece mas que suficiente, idóneo. Al señor Moñés tampoco le importa, no hizo ni mención.

Leandro es un torero de pellizco, Leandro es un torero de pellizco, Leandro es un tororo de pellizco. Leandro conquistó los bajos de El Golam, sí en El Golam hay altos tiene que haber bajos, si no es así hay que denunciar a los geógrafos por discriminadores, Los conquistó por derecho, mas bien por torcido. ¡Fuera de mi plaza! (Francia es un sitio muy bueno para torear).

Leandro es un torero de pellizco, Leandro es un torero de pellizco, Leandro es un torero de pellizco.
¡No hay huevos! ¡No me autohipnotizo! ¡Ayúdame Demeter máxima! (Libaciones a ti). Hartan ustedes, señores del Plus.

Morenito de Aranda quiere hacer las cosas bien y le salen mal, pero Morenito tiene algo muy importante, algo que me impide darle el pasaporte francés, Morenito de Aranda tiene a Luis Carlos Aranda y eso es mucho tener.

Luis Carlos, torero airoso, camina al toro, elegante, poderoso, confiado y suficiente, cuadra sencillo, fácil, en la cara, clava con los dos pies en el suelo y sale, tan torero, tan airoso, tan elegante, tan confiado y poderoso como cuando entró. ¡En pie! ¡Ole!

A la corrida le faltó emoción, Caballero no me sobresaltó ni una sola vez, eso debería ser noticia de portada. Mientras Leandro terminaba de perpetrar de mala manera al pobre astadod, Molés y Caballero se enzarzaban en la descripción, receta, alabanza y costumbre del gazpacho manchego, paradigma del arte culinario castellano, con perdiz, con conejo...Leandro les daba igual, esto aburre, esto no es Francia.

Caballero se hartó a ensalzar ¡Ayudadme para mantener la calma olímpicos dioses inmortales! La presentación del mas anovillado de los bureles, virtud de la arboladura que no de la hechura. Caballero confunde mástiles con estructura.

Terminada la corrida me di una vueltecita por el mentidero de Twitter, allí estaba mi amigo Mijarrilla. Mijarrilla sabe de toros, conoce tipos, encastes, reatas; valora sin emoción, no como yo, la conformación morfológica de los astados y su anatomía. Su probado conocimiento hace de su compañía una fuente inagotable de conocimiento. Mijarrilla, a veces, no sabe ni quien torea y no le importa, va a ver el juego de los toros.

Mijarrilla estaba discutiendo con un presunto ganadero, en Twitter todo es presunto, ganadero que le acusaba de no tener ni idea de toros y no de no conocer el significado de la palabra “Presentación” (olvidado nombre de mujer). Intervine, por supuesto que el presunto me aplicó la misma pomada. Debió leer mi filiación en twitter y me preguntó si yo entendía de toros o de rugby (la verdad es que de ninguna de las dos cosas, ni de la otra cosa). A mí vez le pregunté: ¿Y usted?.

Los ganaderos son seres superiores, tratan al mundo desde la indulgencia, como si el resto de los habitantes del orbe fuésemos sus clientes, en el sentido romano del término. En cierto sentido tienen razón, casi todo su mundo personal suele girar entre asalariados y clientes, los de la paella, la estancia gratuita, los favores...

El ganadero se siente insultado por el mero hecho de dudar de la buena presentación de la corrida lidiada. En general tienen los ganaderos el muelle de la sensibilidad muy flojo, deberían apretárselo un poco.

El presunto amenaza con retirarse largando un extraño adagio: “ El que calla y se retira jode dos veces”. Lo reiteró tres veces antes de que yo me marchase. Aplico su refrán: Él, como mucho, joderá una vez y no muy bien (tres intentos). Me despedí una sola vez pero me temo que el sonsonete en cuestión no dará ningún resultado, de hecho la chilena me mira con conmiseración.

¿El refrán no era: “Quién calla otorga”?. Buenas noches.

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