sábado, 18 de mayo de 2013

Para todos por igual.



Qué pena de plaza, decadente, ha sido prostituida, ha claudicado. Las Ventas cuyo solo nombre hacía temblar y soñar a los toreros, respetada en el orbe taurino ha perdido fuerza, ha perdido el señorío, el señorío, como la honra, solo se pierde una vez.

Vino Morante y vino a aparejar, aparejó el peralte, Taurodelta tragó, parece, según las malas lenguas, Taurodelta no lo desmiente, que tragó luego con algo mas gordo, ¿será verdad que cinco de los toros fueron rechazados y que Morante y Manzanares dijeron que o esos o no toreaban?, ¿será?. Fuera el peralte, fuera el toro, fuera ese público malo que no sabe aplaudir. Páseme la carta de ginebras, por favor.

La plaza, mi plaza, La Monumental de las Ventas, fue ayer un Benidorm gigante, una reunión de snobs aparejados para la ocasión, dispuestos a todo con tal de triunfar, con tal de estar, con tal de aparentar ser lo que no son, y no dudo de su riqueza, dudo de sus afición.

Ayer no hubo toros, impresentables e indecentes novillos se presentaron a la atención del entendido público en productos Calvin Klein, ni el aparejador, ni el apolíneo, ni el gran maestro que confirmó fueron capaces de convencer ni a sus propios incondicionales. No era el peralte, ni era el elefantoro, quizá fuese el viento, ¡taponad esta vergüenza! ¡hacedlo ya! ¡sale un hedor repugnante a toreo moderno de ahí!. No supieron, pecado mortal de la tauromaquia moderna, lidiar a este público de dos orejas.

Algo de disidencia hubo, menos combativos con Morante de lo que en justicia debieron haber sido, casi silentes con el toricantano y algo mas agresivos contra el innovador del carbono al tungsteno. Alguna periodista, en Twitter, expresó su deseo, inconfesable pero confeso, de pegar dos tiros a los del siete, glorioso estilo Stalin, desde luego que eso aliviaría bastante la agonía hacia la total depravación de la pobre Monumental, sería una eutanasia de plaza de toros y un par de homicidios que no vienen al caso desde el punto de vista Pickwick.

El toricantano se mostró activo, deseoso de agradar, sin que me agradase en absoluto, cuestión de gusto por la colocación y el paso al frente, en el segundo se pegó el arrimón, eso se protesta habitualmente a los a los demás toreros, se conoce que Fortes tiene bula pontificia, a él se le consintió. Injusticia con los demás.

Manzanares, altivo, sobrado, alejado del toro hasta donde diesen de si culo y estaquillador, ¿el estaquillador es, también, de material de ciencia ficción?, toreó como solo pueden hacerlo los ases, los demiurgos, los iluminados, los profetas de la nueva tauromaquia, “un mandamiento nuevo os traigo: alejaos del toro para poder ligar”, descargando. ¡Descargad el corazón, hermanos, de las penas de este valle de lágrimas! ¡Creed! (Maestro, arrastro una pena muy pesada: ¡tírala inmediatamente!”)

Mereció Manzanares las tres orejas, el rabo y el indulto, no ya del toro, ¡de la reata, hasta la séptima generación! El carbono poliacrilonitrilo funcionó perfectamente. ¡Ritorna Vincitore!. Cualquier otro torero hubiese escuchado un concierto de Teleman, maestro del viento. Manzanares no. No le dieron nada por culpa de la mala hierba que aun crece en los tendidos.

Morante vino, como dije, a luchar contra los elementos, es decir, contra le peralte y el viento. Ganó la pelea a la dichosa y fatídica cuesta, la empresa se subió la falda. Al viento le ganará, como muy tarde, tres años antes de los Juegos Olímpicos. Ole por Morante, genio, monstruo, fantástico, magistral, ínclito, … ya, ya pasó. El bouque de esta ginebra recuerda el aroma de lago Constanza a comienzos de la primavera ¿no le parece?.

El público de Morante es un público pastueño, embiste siempre por derecho y es de nobleza sin par. Morante comenzó toreando al público con el capote, respondía bien, era digno de verse como las verónicas apartadas, inclonclusas, se jaleaban como si fuesen el summum del arte de torear. Si tuviese que poner un apodo al rey de los toreros del momento, le llamaría “ El Tormenta”, indefectiblemete el olé se oye antes de que se vea el pase. Ya saben, la amenaza es superior a la ejecución según Aarón Ninzowich.

El quite, los tres quites, la monumentalidad en el oficio de torear, risible en cuaquier otro coleta, para el cómodo público de ayer fue lo mas en la profesión. Al caso: El banderillero se ve a merced del toro, cogida segura, el toro, un domecq que hace honor a su casta, se para, de veras que se para, en ese momento Morante sale corriendo como alma que lleva el diablo y tira el capote a la cara al toro, Morante no deja de correr hasta las tablas ¡Qué quite! Cuando vaya a afear esa conducta a los pobres banderilleros, a los toreros de poco pelo o a los novilleros principiantes me acordaré de esto y me callaré. Para todos por igual.

Morante no encontró forma de cortar las orejas al público, no fue culpa suya, sería culpa del viento, mató del repugnante modo acostumbrado y se fue. Dejó mi plaza aplanada, y su honor y su señorío, el de la plaza, vejados. ¡Que grande es Morante!

Ahora que Francia es el referente del conocimiento y del gusto por el toreo no estaría de mas recordar el lema de la Revolución: Libertad, Igualdad, y Fraternidad. Para todos por igual.

¡Oiga, esta ginebra está asquerosa! ¡Sáquenla de la carta! . Cárguelo a gastos de representación, por favor.

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