Qué pena de plaza, decadente, ha sido
prostituida, ha claudicado. Las Ventas cuyo solo nombre hacía
temblar y soñar a los toreros, respetada en el orbe taurino ha
perdido fuerza, ha perdido el señorío, el señorío, como la honra,
solo se pierde una vez.
Vino Morante y vino a aparejar, aparejó
el peralte, Taurodelta tragó, parece, según las malas lenguas,
Taurodelta no lo desmiente, que tragó luego con algo mas gordo,
¿será verdad que cinco de los toros fueron rechazados y que
Morante y Manzanares dijeron que o esos o no toreaban?, ¿será?.
Fuera el peralte, fuera el toro, fuera ese público malo que no sabe
aplaudir. Páseme la carta de ginebras, por favor.
La plaza, mi plaza, La Monumental de
las Ventas, fue ayer un Benidorm gigante, una reunión de snobs
aparejados para la ocasión, dispuestos a todo con tal de triunfar,
con tal de estar, con tal de aparentar ser lo que no son, y no dudo
de su riqueza, dudo de sus afición.
Ayer no hubo toros, impresentables e
indecentes novillos se presentaron a la atención del entendido
público en productos Calvin Klein, ni el aparejador, ni el apolíneo,
ni el gran maestro que confirmó fueron capaces de convencer ni a sus
propios incondicionales. No era el peralte, ni era el elefantoro,
quizá fuese el viento, ¡taponad esta vergüenza! ¡hacedlo ya!
¡sale un hedor repugnante a toreo moderno de ahí!. No supieron,
pecado mortal de la tauromaquia moderna, lidiar a este público de
dos orejas.
Algo de disidencia hubo, menos
combativos con Morante de lo que en justicia debieron haber sido,
casi silentes con el toricantano y algo mas agresivos contra el
innovador del carbono al tungsteno. Alguna periodista, en Twitter,
expresó su deseo, inconfesable pero confeso, de pegar dos tiros a
los del siete, glorioso estilo Stalin, desde luego que eso aliviaría
bastante la agonía hacia la total depravación de la pobre
Monumental, sería una eutanasia de plaza de toros y un par de
homicidios que no vienen al caso desde el punto de vista Pickwick.
El toricantano se mostró activo,
deseoso de agradar, sin que me agradase en absoluto, cuestión de
gusto por la colocación y el paso al frente, en el segundo se pegó
el arrimón, eso se protesta habitualmente a los a los demás
toreros, se conoce que Fortes tiene bula pontificia, a él se le
consintió. Injusticia con los demás.
Manzanares, altivo, sobrado, alejado
del toro hasta donde diesen de si culo y estaquillador, ¿el
estaquillador es, también, de material de ciencia ficción?, toreó
como solo pueden hacerlo los ases, los demiurgos, los iluminados, los
profetas de la nueva tauromaquia, “un mandamiento nuevo os traigo:
alejaos del toro para poder ligar”, descargando. ¡Descargad el
corazón, hermanos, de las penas de este valle de lágrimas! ¡Creed!
(Maestro, arrastro una pena muy pesada: ¡tírala inmediatamente!”)
Mereció Manzanares las tres orejas, el
rabo y el indulto, no ya del toro, ¡de la reata, hasta la séptima
generación! El carbono poliacrilonitrilo funcionó perfectamente.
¡Ritorna Vincitore!. Cualquier otro torero hubiese escuchado un
concierto de Teleman, maestro del viento. Manzanares no. No le dieron
nada por culpa de la mala hierba que aun crece en los tendidos.
Morante vino, como dije, a luchar
contra los elementos, es decir, contra le peralte y el viento. Ganó
la pelea a la dichosa y fatídica cuesta, la empresa se subió la
falda. Al viento le ganará, como muy tarde, tres años antes de los
Juegos Olímpicos. Ole por Morante, genio, monstruo, fantástico,
magistral, ínclito, … ya, ya pasó. El bouque de esta ginebra
recuerda el aroma de lago Constanza a comienzos de la primavera ¿no
le parece?.
El público de Morante es un público
pastueño, embiste siempre por derecho y es de nobleza sin par.
Morante comenzó toreando al público con el capote, respondía
bien, era digno de verse como las verónicas apartadas, inclonclusas,
se jaleaban como si fuesen el summum del arte de torear. Si tuviese
que poner un apodo al rey de los toreros del momento, le llamaría “
El Tormenta”, indefectiblemete el olé se oye antes de que se vea
el pase. Ya saben, la amenaza es superior a la ejecución según
Aarón Ninzowich.
El quite, los tres quites, la
monumentalidad en el oficio de torear, risible en cuaquier otro
coleta, para el cómodo público de ayer fue lo mas en la profesión.
Al caso: El banderillero se ve a merced del toro, cogida segura, el
toro, un domecq que hace honor a su casta, se para, de veras que se
para, en ese momento Morante sale corriendo como alma que lleva el
diablo y tira el capote a la cara al toro, Morante no deja de correr
hasta las tablas ¡Qué quite! Cuando vaya a afear esa conducta a los
pobres banderilleros, a los toreros de poco pelo o a los novilleros
principiantes me acordaré de esto y me callaré. Para todos por
igual.
Morante no encontró forma de cortar
las orejas al público, no fue culpa suya, sería culpa del viento,
mató del repugnante modo acostumbrado y se fue. Dejó mi plaza
aplanada, y su honor y su señorío, el de la plaza, vejados. ¡Que
grande es Morante!
Ahora que Francia es el referente del
conocimiento y del gusto por el toreo no estaría de mas recordar el
lema de la Revolución: Libertad, Igualdad, y Fraternidad. Para
todos por igual.
¡Oiga, esta ginebra está asquerosa!
¡Sáquenla de la carta! . Cárguelo a gastos de representación, por
favor.
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