miércoles, 29 de mayo de 2013

Prestigio






Desganado para escribir he estado tentado de abandonar mi vicio de ver torear. La pena que me produce ver convertida mi plaza en un teatro de variedades y el hastío que me producen algunos taurinos eran las razones, razones sobradas, para alejarme de esta mierda. De momento escribir me consuela y me ayuda a vivir y las ganas de ver torear son superiores a cualquier postura racional.

La temida, otrora, Plaza de Toros de las Ventas, aquella que daba y quitaba, poseedora del marchamo del magisterio es hoy un espectro de sí misma. Un recinto sagrado sin cuidados, alevosamente deteriorado para que el clima, agua y viento, venga en apoyo de los argumentos favorables a la cubrición, a la Monumental hay que cubrirla como si de una burra se tratara, la infame cubrición del monumento neo-mudéjar.

Hicieron saltar alevosamente el aspersor central durante la lidia de un novillo, debe ser divertido, ¡qué se jodan! supongo que pensaría la empresa mientras los novilleros lidiaban en una especie de tina de barro adecuada para la lucha libre de las señoritas. El salto del aspersor pudo haber causado, no como el grito que tanto denuestan, realmente una tragedia. Les da igual, no les importa. Dejemos, por un momento la cobertura, importante no solo para terminar con los toros en Madrid, sino para los teléfonos móviles y los defensas centrales.

Vayamos al tintero, a lo que se me ha quedado en el. No me refiero, aunque debiera, a la nueva y asquerosa suerte del oficio de picar, me refiero a mi memoria, a lo que ha quedado impregnado en ella en estos días y cuyos registros trato de expresar. Agradezco su benevolencia.

Entre los asuntos a relatar mi posición de cabeza alta, erguida, tal y como mi padre me enseño que se debía torear, frente a taurinos y antitaurinos, desprecio a estos últimos por obcecados e insensibles, por maleducados y cenutrios, por intolerantes y porque las conversaciones con ellos se reducen a un sarta de improperios barriobajeros que llegan a aburrir., los taurinos, cuanto mas allegados a los que cobran peor, son peores que estos, como los antitaurinos se creen en posesión de la verdad pero, además, se creen en posesión del valor y la fuerza por haber estado cerca de un cercado o de un pariente taquillero. Me insultan desde ambos bandos con la misma fuerza y con la misma poca gracia. Me defiendo: ayer tuve que llamar gilipollas a un gilipollas, aunque no lo exorcicé por ello.

Me declaro:

No-Aficionado y antitaurinos a mucha honra. (La “s” no es errata)

Trato de ser justo en mis apreciaciones, de decir lo que siento, de dar valor a lo que vale y de despreciar las trampas, las mentiras y los vicios en lo que llego a apreciar del Planeta de los toros. La verdad me la debo a mi mismo y me la pago con largueza. Dicen los taurinos que me menosprecian y que me insultan, me mandaron a leer el Cossio y dudo que ellos lean, que no respeto a los toreros. Falso, no tienen mas que repasar mis escritos. Excepto que despreciar, en el lenguaje de los mirones de cercado o en el de los que tienen un tío taquillero, sea no romperse la camisa ante cualquier faena de vulgar o penosa.

Mi plaza, la plaza que ha perdido la dignidad y no por culpa del viento; ni del gritón; ni del denigrado presidente; ni del torilero barbado, obeso, con traje de torear de primera comunión; orejea sin piedad, orejea que da miedo verla orejear, piden las orejas con ansia, como si no hubiesen deseado otra cosa en su vida, las orejas que antes de ayer no les importaban, pues lo único que importa es pasar frío, helarte y que te duela con cariño, pellizco. Si las orejas no se conceden ¡Braman!.

No braman la penosa presentación de los astados, la vergonzosa suerte de varas, la falta de protección de los caballos, el desorden de la lidia, las banderillas tiradas, el desmoche contra los pilarotes, el estrellato del toro (cumbre del arte), las quitatinas, los apartales, los pases de axila culo en pompa, torear desde detrás de las barreras, irse a los Bajos del Golam con descaro: les da igual.
¡Quieren oreja, coño! Como en los bares de los extrarradios en los años 80.

Don Julio, presidente en cuestión, ejemplo y causa de la necesidad de cubrir la Monumental, con el qué, gracias a Dios, no me une nada, ni siquiera la simpatía, estaba en el callejón, allí, con presentación infame, Molés le arrinconó como a una novia primeriza. D. Julio dijo, desordenadamente tres cosas: que no había mas que un treinta por ciento de pañuelos, que la oreja hubiese sido injusta, venía precedida de un pinchazo , que no antirreglamentaria y que si la hubiese dado ¡Lo que hubiésemos soltado por la boca los que somos como yo! En las tres cosas le vi razón. Molés no se la vio. Molés le demonizó. ¿Recuerdan ustedes a Gordo Cabrón de Austin Powers?. Dije que D. Julio estaba en el callejón y no dije que Molés se admiraba irónicamente de que estuviese allí, ironía y admiración que no puso con Sergio Ramos en el mismo lugar pintando este último mucho menos taurómacamente hablando.

Lo expresado me lleva a una conclusión fundamental, el reglamento debe ser modificado, constará de un solo artículo en el sentido siguiente: “los premios los dará Molés o quien Molés diga que los dé”. Molés da la oreja por cortada “porque si y por que quiero, porque soy Paco el minero”. Yo no. A mi me importan las orejas y a Molés no. ¿qué curioso verdad?.

En otro orden de cosas, no quiero dejar de escribir sobre el atrezzo. Hace tiempo los paseíllos en Madrid, en San Isidro fundamentalmente, se han convertido en tristes desfiles fúnebres. Todo atisbo de marcialidad, de majeza, de “estoy aquí” desapareció hace tiempo. Hoy parece la entrada de funcionarios un martes por la mañana. A mayor contribución los trajes de torear, vestidos los dan en llamar ahora ¿Dónde están las faldas?, de autor.

Si todavía me estoy riendo de los trajes de la goyesca, ¡que medias, Dios mio! El lucido por Morante en su primera penosa actuación en Madrid fue para procurar no mirar, El de Talavante en la epopeya según San Bartolo a los pigmeos era de puerta de Iglesia, de limosna pequeña no sea que le sentase mal.

Deseo a Chechu una pronta, indolora y completa recuperación.

Chechu se presentó con traje de figurante de una adpatación musical de Carmen de teatro alternativo de bajo presupuesto. Horrendo.

Madrid no merece respeto ni por parte de los principales actuantes, es lógico que sea así, el público de las Ventas nos se diferencia en absoluto, salvo un conjunto de medida nula, del público de corrida incruenta en Denver (Colorado). Por eso vienen vestidos de gualtrapas, de pordioseros o de figurantes de music-hall.

Algo me dejo, que no me quiero dejar de este público aleccionado. Aunque no lo parezca estoy de acuerdo, de modo incondicional, con Abellán: Ese grito: “¡Picador....qué malo eres! Como broma podría pasar, que no debiera, una vez; de modo sistemático suena parecido a ese “¡Eheeeeeee...cabrón! Con el que el público balompédico obsequia al porteo rival cada vez que se dispone a sacar en largo. Ciertamente penoso y estúpido grito, dicho está.

Cambio el tercio.

México me gusta, me gustaría ir allí alguna vez en mi vida. No se la causa pero el norte de México ha ejercido siempre una gran fascinación sobre mí. Quizá fuese mexicano en mi vida anterior, siendo así que mi propia gente me ha confundido a veces con uno de allá. Nada tengo contra México y si todo a favor.

Saldivar tuvo la originalísima idea de vestirse mal, no tan lamentable como los reseñados anteriormente pero casi. Vino vestido de subalterno. En un momento dado, tremendo, se arrodilló frente al mefistófeles de opereta que nos cupo en desgracia en su turno y el respetable claudicó. Su faena tuvo mas efectos especiales que una película de Fu-Man-Chu. En lo fundamental nada, aunque lo fundamental es la oreja, oreja que contribuye aun mas al estrechamiento de los lazos de amistad ibérico-aztecas.

No permitas que tu patriotismo de bien nacido supere tu inteligencia. ¡Viva España! ¡Viva México! (pero la oreja de Saldivar fue una castaña pilonga).

Final: El prestigio de las Ventas, nada tiene que ver el nombre con el viento sino con la garrafa y las arenques, tiene aluminosis galopante, demasiado tiempo con tanto ladrillo pasa factura: ¡Qué se lo digan a España!. Propongo hacer lo que Rajoy, demolerla hasta los cimientos para edificar un Centro Multiusos Moderno, con 16 plantas para aparcamiento inferiores, hotel y casino en la planta baja, espacio cómodo y ecológico donde la Warner y la ÑBA puedan realizar, a plena satisfacción sus eventos y piscina, pistas de padel, campo de golf y helipuerto en la azotea.

¡Derruyan ya! ¡no prolonguen la agonía!.

No hay comentarios:

Publicar un comentario