jueves, 6 de junio de 2013

¡Cobratú!




¡Ah! ¡La danza! El arte de Isadora Duncan la diva descalza. ¡La danza! Coto, finca, predio de la grácil Terpsícore. ¡Bailar! Una mujer bailando es una fracción efímera de la divina eternidad, fascinante e incomprensible. ¡Danzad malditos! Haced que el tiempo se pliegue a vuestros giros. Si las flores soñasen, soñarían que danzan.

Cuentan que ayer, fulminaron la jubilación del Señor Muñoz Infante, hombre tan ocupado que olvida su propio cumpleaños, hubo un baile, quizá fuera un baile, una kermesse, une matinee , en honor del Señor Muñoz Infante, quizá no, quizá solo fuese una simple casualidad. Baile hubo ¡y que baile! dicen los que lo dicen y en Twitter lo dicen muchos.


Supongo que a Mister Tracy Tupman y a Mister Samuel Pickwick les hubiese gustado asistir, de haberlo hecho hubiesen constatado las costumbres, rancias costumbres, en los corrales de lo que va quedando de la Plaza de Toros de Madrid, aunque, posiblemente, Mister Samuel Pickwick se hubiese llevado un par de hostias, mínimo exigible, por intentar tomar nota de tan pintorescos affaires.

Se comentó, como he dicho, el baile en Twitter, fue lo que debe ser un baile: de relumbrón. Un espacio para lucir los caballeros trajes en tonos claros y la señoras vestidos cortos, de Martini con ginebra, agitado o mezclado según el particular gusto. Nadie debió informar al señor Molés de tan espectacular evento, no lo comentó, eso le honra: es de caballeros no hacer comentarios sobre ciertos sucedidos en las kermesses.

El baile, desde luego, entra dentro del espacio Arte y Cultura por derecho propio. Supongo que pueden ustedes celebrar este aspecto artístico-cultural a modo en el interior de la jaima-grano casi adlátere al monumento neo-mudéjar, digan que van de mi parte, a lo mejor les hacen descuento.

El Jaro comentaba ayer en twitter de manera tosca, soez y maleducada sus impresiones sobre las bondades morales y espirituales del público de Madrid, esos qué, como en el Principio de Indeterminación de Heisenberg, saben y no saben de toros al mismo tiempo o según convenga. Alguien debería recordar al Señor Navalón, Don David (cualquier respeto es poco tratándose de taurinos) a quien sirve y de quien cobra. La empresa debería tomar nota para cuidar a su público.
Ayer se le podía hablar a D. David a través de su cuenta, con educación, cortesía y diplomacia, yo lo hice en ese sentido. Hoy, Don David, ha decidido encastillar su valentía blindando la cuenta.

Los profesionales del toro claman por un respeto que nunca ofrecen, deberían además de potenciar su cuerpo con fitness, dietas, juegos y carreras, templar su alma con ejercicios diarios de humildad, tomando nota del criterio de quienes le van a ver y corrigiéndose antes de querer corregir. Las declaraciones del señor Navalón, apuntalan mi creencia en la necesidad de hacer una reforma urgente y en profundidad de la Ley de Educación.

En la tarde vino Padilla, vino a recibir la ovación de poco respetado respetable por su fuerza de voluntad en su recuperación. Tengo una cierta curiosidad por saber si, verdaderamente, ofreció al Señor Morante compartir la incipiente ovación. Si fuese así debo alabar al Señor Morante el gusto al declinar la invitación.

El Señor Padilla quiso poner banderillas, lo hizo muy mal. Con todos los respetos y hasta con doblones de cabeza, creo que el señor Padilla no está para torear en Madrid. Me temo, respetos al máximo en ese aspecto, que el puesto que ocupó ayer en la corrida mas importante del año, presencia real en palco, lo debiera haber ocupado otro torero mejor puesto y dispuesto.

Todo dispuesto, todo servido: lineas rojas, contra la costumbre de la plaza, cuesta rebajada, toros selectos a capricho, manos dispuestas al palmeo, gargantas afinadas al olé temprano. Todo preparado, se avecinaba la tercera edición de esta temporada de la morantada.

No me decepcionó la morantada, el Señor Morante estuvo en su papel, Morante estuvo muy en Morante acostumbran a decir muchos de ustedes, y el morantismo en el suyo. Antes de engendrar el pase ya se iba oyendo el olé, el Eeñor Morante estuvo como siempre, ya digo, aprensivo, precavido, cauto, prevenido y medroso, tanto que D. Fernando Fernández Román tuvo, para mantener el cartel, que echar una mentirijilla. Hizo el señor Morante lo que de verdad sabe hacer con la muleta: abreviar, mató del repugnante modo acostumbrado. Yo no sentí pellizco alguno, pero creo que un cabrón de insecto primaveral me picó en esos momentos. Perpetrado el toro vamos a otra cosa.

Que Talía ama a Morante lo ve cualquiera, no hay mas que mirar a los ojos a la diosa, como le envuelve en su manto de seda, como le acuna, como le mima, le guarece, le protege y le acaricia.
Pero Morante abusa de Talía. Sentado en el estribo, interpretando que espera a su enemigo, lánguido, introspectivo, inocente, se diría casi avergonzado de su propia soledad entre tanta gente, Morante calla, mira y sueña. ¡Qué fabuloso histrión se ha perdido!.

Casi dio unas verónicas y unas medias casi sublimes, inconclusas por falta de toro autocopiativo. ¿Quién elegirá los toros al Señor Morante?. Con la muleta se puso descaradamente fuera de cacho y aplicó el pico con tanta pasión y tanto ardor, tanta torería y tanto estilo como cualquiera. “Deje esas alforjas en consigna, son demasiadas para este viaje”.

Parte del público, ese público del Principio de Indeterminación, parecía, sin ninguna razón que lo justificase, estar hasta los huevos de tanta tomadura de pelo, alguno osó afear la postura al dios. El dios, Morante de la Puebla, ¡en pié!, todo originalidad, todo elegancia, todo respeto, todo torería le contestó: “Bajatú” como contestan habitualmente en Madrid los fehacientemente indocumentados patanes.

“Déjeme, Señor Morante, que me pongo aunque el toro me mate, para dar de comer a mis hijos, por lo que usted ha cobrado por sentarse en el estribo” ¿Cuantos pobres hombres suscribirían esta frase, en esta España de miseria y hambre a la que nos han traído los que saben?.

¿Sabe Señor Morante? Lo digno, lo elegante hubiese sido decir: “¡Cobratú!” . No vuelva por aquí.

Casi se me olvida, lo tengo apuntado en una nota: “hablar de Francia”. De Francia me gusta mucho Alphonse Daudet, tuve el privilegio y la curiosidad de leer “Lettres de Mon Moulin” y me encantó.
También adoro a Edith Piaft. (¿Que coños querría decir yo con la nota?)

Un saludo, con toda la cortesia y educación que soy capaz de reunir.



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